Comentario de cine: «Karate Kid: Leyendas»

Nada que ver y todo que ver. Así podríamos resumir “Karate Kid: Leyendas”, dirigida por el cineasta inglés Jonathan Entwistle, quien logra reunir en la pantalla grande a dos referentes de las artes marciales: Daniel LaRusso (Ralph Macchio) y el Sr. Han (Jackie Chan). Juntos combinan lo mejor del karate y kung-fu para ayudar -como es tradición en esta franquicia-a un adolescente en problemas.

Y si usted no está familiarizado con las películas originales de los años 80 y la sabiduría entrañable del señor Miyagi (se realizaron cuatro entregas en una década), pasando por la versión del 2010 protagonizada precisamente por el gran Jackie Chan y Jaden Smith, hasta llegar a la serie “Cobra Kai” (que comenzó como independiente para luego ser adquirida por  Netflix para completar seis temporadas), probablemente se le escapen algunos de los guiños que hacen de esta película una  pieza más del gran rompecabezas narrativo que une todas las etapas de la saga.

Esta nueva entrega, ambientada tres años después de los eventos de Cobra Kai, apuesta por un tono más introspectivo, en el cual se reflexiona sobre el legado y responsabilidad de quienes enseñan artes marciales. LaRusso y Han se presentan como figuras paternas quienes deben guiar a su nuevo discípulo por el camino del equilibrio y la disciplina, mientras enfrentan sus propias dudas como maestros.

A diferencia del tono más juvenil de la serie, aquí destacan las coreografías de combate mucho más pulidas y con mayor carga emocional. Cada movimiento tiene un propósito y cada golpe esta acompañado de una lección. El peso de esta nueva misión recae en Li Fong, interpretado por Ben Wang, quien logra una especial conexión con sus mentores y principalmente con el público.

Karate Kid: Leyendas, no es solo un homenaje directo a la nostalgia, también representa una reinvención que revitaliza la historia con frases memorables y valiosas enseñanzas sobre perseverancia, disciplina y equilibrio. En casi dos horas de metraje, logra  entretener y conectar a las antiguas y nuevas generaciones en torno a una misma idea: “No hay mal estudiante, solo mal maestro”.

Por Rodrigo Pérez Cheuquenao
Magíster, Periodista y Lic. en Comunicación Social

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