Vivimos en la era donde la imagen ha reemplazado a la mirada, y el “me gusta” se ha convertido en el aplauso fácil de una autoestima en arriendo. Nos han vendido la idea de que valemos lo que los demás validan, y que, si no generamos reacción, simplemente no existimos. Pero ¿qué pasa cuando el teléfono se apaga y el espejo queda encendido?
La autoestima real no nace del algoritmo, nace de la experiencia interna de valorarse por quién uno es, no por cuánto impacto genera en otros.
Desde la psicología, la autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos, y se construye a través del autoconocimiento, la coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos, y la validación afectiva que recibimos en los vínculos significativos, especialmente durante la infancia.
Las redes sociales, en cambio, operan bajo un modelo de recompensa inmediata y validación externa que genera una dependencia emocional similar a la de cualquier sistema de refuerzo intermitente: nos volvemos adictos al like, pero no más conscientes de quiénes somos.
Nos enseñaron a construir una imagen, no una identidad. Nos educaron para gustar, no para gustarnos. Pero el alma humana no puede sostenerse con aplausos digitales. Tarde o temprano, la desconexión con uno mismo pasa la cuenta: ansiedad, insomnio, insatisfacción crónica.
Mirarse al espejo con honestidad es un acto de valentía. No para evaluar si estamos “aptos para subir una historia”, sino para preguntarnos:
¿Quién soy cuando nadie me ve? ¿Qué tanto me gusto sin validación externa? ¿Estoy siendo fiel a lo que creo o solo a lo que rinde en redes?
La verdadera autoestima se edifica en silencio. Se moldea con coherencia. Se fortalece con límites. Y se celebra con la conciencia tranquila de estar viviendo en línea… no con internet, sino con el corazón (y la cabeza bien puesta).
Tips para fortalecer tu autoestima fuera del algoritmo:
- Haz un detox digital semanal: Apaga tus redes un día a la semana. No para castigarte, sino para reencontrarte.
- Escríbete cartas sin filtro: Cuéntate cómo estás en papel, no para publicar, sino para procesar.
- Haz cosas que no se puedan postear: Una caminata larga, un acto de bondad anónimo, llorar con tu canción favorita. Que no todo tenga que tener una foto.
- Rodéate de gente que te mire, no que te escanee. Amistades profundas, de esas que te escuchan incluso cuando no estás hablando.
- Frente al espejo, pregúntate esto al menos una vez por semana:
¿Estoy viviendo para impresionar o para inspirar?
¿Soy coherente entre lo que muestro y lo que realmente vivo?
Por Nicolás Cerda,
Psicólogo Clínico