Comentario de salud mental: «La importancia de conversar con los hijos: más allá del ¿cómo estás?»

En la rutina diaria, muchas veces los padres caemos en la costumbre de preguntar a nuestros hijos “¿cómo estás?” o “¿cómo te fue en el colegio?”, recibiendo como respuesta un escueto “bien” o “normal”. Son respuestas que poco nos dicen de lo que realmente sienten o piensan nuestros hijos. La verdadera comunicación no ocurre con preguntas rápidas, sino con tiempo, paciencia y presencia.

Sentarse a conversar con los hijos no siempre es fácil, sobre todo en la etapa de la preadolescencia y adolescencia, donde tienden a cerrarse más. Aquí surge la necesidad de los llamados “rompehielos”: momentos de encuentro que surgen a partir de actividades que a ellos les gustan. Puede ser salir a andar en bicicleta, jugar un partido de PlayStation, compartir un juego de mesa o incluso acompañarlos en algo tan simple como mirar juntos el teléfono, siempre con tiempos regulados. Lo importante es crear un espacio de confianza donde la conversación fluya de manera natural.

Ese primer acercamiento abre la puerta a lo más relevante: la profundidad. Los hijos necesitan sentir que sus padres son un lugar seguro, un refugio emocional. No se trata de evitar las correcciones o sanciones cuando se incumplen reglas, sino de que estas vengan acompañadas de contención, cariño y respeto. Si cada vez que un hijo comparte algo recibe un reto o enojo inmediato, la consecuencia será el silencio y el distanciamiento. En cambio, si encuentra escucha, comprensión y apoyo, se abrirá más, y con ello los padres podrán guiar, corregir y acompañar de mejor manera.

En tiempos donde los niños y adolescentes reciben información constante desde los teléfonos, las tablets y otros dispositivos, el rol de la familia se vuelve aún más crucial. Ellos pueden tener miles de fuentes de datos, pero solo en sus padres encuentran el valor del afecto, la guía y la experiencia de vida. Es cierto que habrá cosas que no nos gusten escuchar, pero justamente ahí radica la importancia de la comunicación: es la única vía para enseñar, orientar y transmitir valores.

Los hijos son lo más importante en la vida de los padres. Por eso, más que preguntar rápido, hay que regalarles tiempo, escuchar sin juzgar y estar disponibles para ellos. Invertir en esa comunicación no es un gasto: es la mejor herencia que podemos dejarles, porque de ella depende que crezcan con confianza, con amor y con la seguridad de que nunca están solos.

Por Nicolás Cerda,
Psicólogo Clínico

**Si quieres sugerir un tema de salud mental para esta columna, escríbele al psicólogo al whatsapp +56978655700

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