Comentario de salud mental: «La necesidad urgente de descansar con sentido como derecho emocional y espiritual»

¡La importancia de darse el tiempo para respirar!

Hay una frase que se escucha en voz baja, con una sonrisa de compromiso, con los ojos vacíos y el alma arrugada: “estoy bien”. Pero no. No estamos bien. Porque lo que estamos viviendo no es vida, es apenas sobrevivencia con cronómetro en mano y el corazón en piloto automático.

Estamos cansados de estar cansados.

En la calle, en la consulta, en la sala de clases, en el metro, en los hospitales, en las casas… por todos lados flota un desgaste emocional crónico, silencioso pero corrosivo. Nos volvimos expertos en andar apurados, pero ignorantes del descanso. Nos enseñaron a producir, pero no a pausar. Y así, día tras día, nos vamos vaciando sin darnos cuenta.

El descanso no es flojera. Es dignidad emocional.

¿Desde cuándo descansar se volvió sospechoso? ¿Desde cuándo tener tiempo libre es “ser poco productivo”? Hemos construido una cultura que idolatra al que nunca para, al que responde correos a las 11 de la noche, al que vive conectado, tensionado, saturado. Y al que descansa, lo enjuiciamos o lo envidiamos.

Nos vendieron el mito de que el cuerpo aguanta, que el alma aguanta, que podemos con todo. Y lo compramos. Pero hoy pagamos el precio: ansiedad, insomnio, irritabilidad, ataques de pánico, enfermedades psicosomáticas, relaciones rotas y niños criados por pantallas porque mamá y papá no dan más.

Respirar. Solo eso. Respirar.

Necesitamos volver al arte de respirar con sentido. Salir a caminar sin apuro, mirar un árbol y no una pantalla, jugar con nuestros hijos sin mirar el reloj, dejar que el mar nos hable sin necesidad de entenderlo todo. Hacer espacio para lo que no es útil pero nos salva. Leer, orar, reír, agradecer. Volver a sentirnos vivos, no solo funcionales.

Porque no somos robots con café. Somos cuerpo, mente y alma. Y el alma también se cansa. El alma también enferma. Y necesita silencio, ternura y Dios. Sí, necesitamos espiritualidad, no como dogma, sino como oxígeno. Porque cuando uno recuerda que respira, también recuerda que ama, que sueña, que espera.

Soltar cuesta. A veces duele. Pero seguir cargando con todo, todo el tiempo, también duele. Y más. Por eso, este llamado no es una moda mindfulness ni un consejo de autoayuda barata. Es un grito amoroso para todos los que no pueden más y aun así siguen.

Descansar no es un capricho. Es un acto de justicia interior. Es decirle al cuerpo y al alma: “te veo, te escucho, te cuido”. Es pasar del automático a la conciencia. De la queja a la gratitud. De la urgencia a la esperanza. Y sí, se puede tener los pies en la tierra y los ojos en el cielo. Solo hay que detenerse. Respirar. Y volver a vivir.

Por Nicolás Cerda Díez

Psicólogo Clínico

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